AMOR POS-MODERNO EN LAS MUJERES
El mundo no para de evolucionar. La tecnología no
deja de avanzar. Y lo sentimientos… bueno los sentimientos se quedan como
sentimientos.
Si me dieran a escoger
alguno, escogería al amor que es esa
magia que nos hace enloquecer por la persona que despierta en nosotros nuevas
sensaciones. ¿Qué daño podría ocasionarnos el amar? Eso lo averiguaremos a lo
largos de estas hojas.
Todos nos referimos sobre
el amor. Pero en verdad sabemos ¿qué es el amor? Pues es un sentimiento de intensa atracción
emocional y sexual hacia una persona con la que se desea compartir una vida en
común. Por lo visto nada fuera de la normalidad y de lo que todos entendemos
como su significado. ¿Cuáles son los efectos del amor? Bueno pues el amor trae
consigo: alegrías, recuerdos, caricias y… esos puntos suspensivos trazan una
incógnita que muchas aun no logran descubrir o que otras tratan de ocultar.
Y una tercera pregunta sería ¿el amor es igualitario? La respuesta para
algunos dolorosa es un NO. El amor no es igual para todos, y no lo digo porque
las personas tienen distintas formas de percibir. Sino porque en donde hay una
relación de hombre-mujer siempre habrá una cierta afinidad hacia un sexo
dominante, en la mayoría de casos el beneficiario de estos ciertos privilegios
es el varón, y no solo porque tiene a sus espaldas una sociedad patriarcal que
lo ampara sino porque en muchos casos, la mujer es el que le da este cierto
estatus.
El ensayo denominado: “Amor Posmoderno” no quiere ser un ensayo más del
montón que hable sobre lo lindo que es el amor, ni como se aprecia por quienes
están bajo su encanto. Este ensayo busca reflejar la otra cara del amor. Esta
otra cara que si bien es cierto no tiene que ver con el sentimiento en sí, sino
en quienes lo utilizan para fines, digamos, nada amorosos.
Este ensayo se ha propuesto hacer entender a la sociedad y en especial a
las mujeres lectoras, que vivimos en un constante peligro, cada vez que se
acepta la propuesta amorosa (y hablo de la propuesta para entablar una relación
sentimental) por parte de un varón. Si bien es cierto que nunca se acaban de
conocer por completo a las personas, también es cierto que hay ciertas
actitudes que los delatan.
Tampoco es mi intención dejar malparados a los varones NO. También me
toca decir que la mujer vive en una constante trampa. Trampa que pasa por
inadvertida ya que nos ataca de forma indirecta. Esta trampa viene con el
nombre de educación. Y no hablo de la educación de leer y escribir. Hablo de una educación sutil que se nos es transferida
por herencia más que por decisión. Una educación que fija al amor como el
centro de nuestro universo. Que nos prepara desde pequeñas para ser buenas
hijas, buenas novias, buenas madres y buenas esposas.
Debo rescatar de este ensayo un amor que muy pocos lo conocen con su
verdadero nombre, yo me incluyo entre ellos, hablo del amor romántico un amor
que viene enraizado desde ya hace tiempo y el cual, como era de esperarse, no
viene solo. Llega muy bien acompañado de mitos, mitos que lo refuerzan y hacen
que la mujer no los reconozca y pasen por desapercibido pero trayendo consigo
grandes connotaciones para la vida de quienes caen en su juego.
Zygmunt Bauman: “Es imposible aprender a amar, tal como no se puede
aprender a morir. Y nadie puede aprender el elusivo -el inexistente aunque
intensamente deseado- arte de no caer en sus garras, de mantenerse fuera de su
alcance. Cuando llegue el momento, el amor y la muerte caerán sobre nosotros, a
pesar de que no tenemos ni un indicio de cuándo llegará ese momento. Sea cuando
fuere, nos tomarán desprevenidos.”
El amor es algo
impredecible. Podemos ponernos en “vacaciones de amor.” Pero nunca huir de él.
El amor es una experiencia constante.
¿Podremos categorizarlo?
Considero que sí. Anthony
Giddens nos muestra en su libro: “La transformación de la intimidad.
Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas” tres tipos de amor, que
considero toda persona lo ha vivenciado, y si aún no lo hace, créanme están muy
cerca de hacerlo.
Empecemos con…
“El amor romántico. Es un amor feminizado. El fomento del amor se
hizo predominante en la mujer. Implica una atracción instantánea: “amor a
primera vista.” Es más específico de una cultura. Se proyecta en dos sentidos:
idealiza al otro y proyecta el curso de procesos futuros. El amor romántico es
un amor sexual, que busca una Satisfacción
y una felicidad plena. Las ideas del amor romántico estaban unidas a la
subordinación de las mujeres al hogar y con su relativa separación del mundo
exterior.”
El amor romántico es el típico
amor de los cuentos de hadas. Donde ingresan un sinfín de mitos como “el de la
media naranja” o “el del complemento perfecto”. Chicas recuerden, cada una es
una naranja salvaje con buena pepa y pulpa. Nadie necesita de un complemento
perfecto. Todos podemos valernos por sí mismos, todas somos completas y
autosuficientes. El amor romántico es la típica ceguera que viene tras la
elección de la pareja. Si bien es cierto que el amor romántico proporciona una
libertad de elección, también es cierto que nos ata a una persona, nos hace dependiente
de él o ella por los mismos mitos que ya hemos mencionados -y en las siguientes
líneas se tomaran más a fondo.-
“El amor apasionado, es
desorganizado, con un sentido similar al carisma; desarraiga al individuo de lo
mundano y genera sacrificios. Es un fenómeno más o menos universal. El “amor
pasional” siempre ha sido liberador, pero solo en el sentido de generar una
ruptura con la rutina y el deber. Brindaba libertad y autorrealización.”
El amor pasional o como lo
denomino yo “el amor de los amantes” lo catalogo como un des-estresor de las
rutinas diarias. No un amor duradero. Es un amor que te hace llegar al clímax
de la plenitud y gozo pero que no lleva consigo ningún tipo de formalidad o
responsabilidad. Es una elección pasajera que no es nada conveniente para las
personas que idealizan a sus amores perdurables. Este tipo de amor se da con acuerdos, aunque
los hombres salgan mucho más ventajoso que las mujeres, pues ellos solo van a
la acción, a la satisfacción que trae consigo el placer, mientras que las
mujeres elaboran en su mente todo un mundo de fantasías y planes a futuro.
“El amor confluente presume la
igualdad en el dar y recibir emocional; es el “abrirse uno a otro”. Choca con las expresiones de “para siempre”
típicos del amor romántico. El amor confluente introduce el ars erótica en el
núcleo de la relación conyugal y logra la meta de la realización de un placer
sexual reciproco (La relación se consolida o disuelve) El amor confluente no es
monógamo ni mucho menos pide una exclusividad sexual. El amor confluente no
tiene una relación específica con la heterosexualidad, mientras que el amor
romántico se ha orientado específicamente hacia la pareja heterosexual.”
El amor confluente, a mi opinión,
es el más adecuado, pero el menos practicado hoy en día. Busca una igualdad
entre los dos amantes o los dos cónyuges. TU GOZAS YO GOZO esa es la idea. Aquí
desbarata las ideas de un amor romántico que aprisiona y un amor pasional que
desiguala. Y por ende no cierra las puertas a aquellas parejas que no
pertenecen al gremio hombre – mujer.
¿Existe una educación para amar?
Nuestra amiga, Marcela
Lagarde nos dice: “Las mujeres hemos sido
configuradas socialmente para el amor, hemos sido construidas por una cultura
que coloca el amor en el centro de nuestra identidad. Amar es el principal
deber de las mujeres. Esto es un mandato cultural, no una opción no por
voluntad, sino por ser nuestro deber cultural.”
Es nuestro deber cultural
aprender a amar y propagar por los poros amor. ¿Nosotras escogemos eso? NO.
¿Por qué entonces se nos obliga educarnos en el amor? Porque somos el sexo
maternal, porque somos las únicas capaces de expresar cariño y ternura. Porque
simplemente somos mujeres y por ser
catalogadas como el sexo débil debemos aprender a amar. ¿Porque los hombres no
manifiestan estas conductas? Porque ellos son machos, fuertes y hábiles. Ellos
no necesitan de esas expresiones para sobresalir o ser tomados en cuenta en el
mundo.
“Giramos en torno al amor,
somos seres para el amor.” Amar es nuestro objetivo esencial en la vida. Al
igual que casarnos y tener hijos y ser buena esposas y amas de casa, claro no
dejando de lado nuestro labor fundamental de ser madre. ¿Porque el término
“Mujer” solo se resume en eso? Porque desde niñas nos enseñan a ser modositas,
tiernas, frágiles y sumisas o tranquilitas como dirían nuestras abuelitas.
Porque no podemos apartarnos de esta imagen. Porque no podemos formarnos en
independencia de todo varón. Porque justamente tenemos que sentarnos a esperar
a que nos rescaten. ¿Porque no nos podemos rescatar nosotras mismas? ¿Acaso no
poseemos las armas? Si las poseemos. ¿Porque no las utilizamos? No sabemos cómo
utilizarlas. Parecemos una mercancía valiosa para nuestras familias que nos
cuidan con una urna de cristal pues somos su honra y “nadie nos debe hacer
gozar antes de tiempo.”
¿Los medios de comunicación aportan a esta “educación en el amor”?
Claro que aportan. En gran
medida son los causantes de que creamos en el amor. Pero hablo de un amor
romántico, el amor que esperamos sea “para toda la vida.”
Desde muy pequeñas nos han metido
la idea en la cabeza de que tenemos que esperar a un príncipe azul, que llegue
en su blanco corcel, desafié a la maldad que hay en nuestro alrededor, suba una
gran muralla y rompa con un beso el hechizo que nos tienen cautivas (fragmentos
extraídos de los cuentos de Disney).
Un ejemplo claro esta cuando peleamos
con nuestros padres. Pensamos irremediablemente que “pronto llegara ese
príncipe que nos salvara y viviremos felices por siempre” creemos que la maldad
es igual a nuestros padres y nuestra salvación es igual a nuestra pareja. Grave
error. Fantasear en la vida real es un acto muy peligroso, que no nos hace
reaccionar ante lo que realmente sucede y simplemente maquillamos aquello que
nos incomoda.
Por otro lado, dejando de
lado las hadas y duendes, nos sumergimos en el mundo de los lobos y vampiros no
dejando de lado, por supuesto, el guapo y fortachón motociclista. Me refiero a
las famosas sagas de “Crepúsculo” y “Tres metros sobre el cielo” que muestran a
unos chicos más avezados, que adoran el peligro y que a comparación de los
cuentos de hadas, donde eran simples dibujos, estos personajes son de carne y
hueso, lo que aumenta aún más las fantasías de miles de jovencitas que piensan
que sus chicos malos soñados si existen y solo está en esperar o en
encontrarlos.
A este punto quería llegar.
Las historias “románticas” en las que amor-miedo y sufrimiento van de la mano,
son las que nos venden el cine y la literatura. Los finales felices son
planteados, pero acaso ¿eso se asemeja a la realidad?
Estas películas tienen un
sinfín de mitos románticos que son interiorizados por sus fanáticas no dándose
cuenta – estas ultimas- que se adiestran en el arte de amar.
Los mitos que más se enfatizan son: “El amor todo lo puede” “Falacia de
cambio por amor” “Creencia en que los polos opuestos se atraen y entienden
mejor” “Mito de la compatibilidad del amor y el maltrato (o como se diría en
versión peruana: amor serrano)” “Creencia en que el amor “verdadero” lo
perdona/aguanta todo” “Mito de la complementariedad” “Creencia en que sólo hay
un amor “verdadero” en la vida”
Aunque cueste mucho creerlo, las mujeres vivimos de estos mitos. Los
hacemos nuestros como si fuera una norma fundamental para nosotras. Son “Las
reglas rosadas” si es que me pidieran una denominación exacta.
¿Ser “seres del amor” nos da una
desventaja a nivel social y familiar?
Por supuesto. Nos hace caer en una serie desventajas y desigualdades.
Podemos ser grandes intelectuales e incluso grandes pensadoras, pero en el
aspecto amoroso padecemos de una ceguera de género que perpetua en nuestro
comportamiento y aporta a nuestra sumisión.
Al comentar esto con algunas conocidas, ellas me dicen “Estaré loca si
me dejo mandar por él” “No mi reina, conmigo te equivocas, me conoces como soy.
Poseo un carácter muy fuerte que mejor pobrecito él (risas).” Pero al verlos
juntos, la realidad cambia y sí que cambia. De la mujer decidida no quedan ni
las palabras que utilizo. Si el novio le dice ven aquí, ella va. El la jalonea
y ella solo atina a reír. Donde quedo lo conversado. Acaso fue “lo que el
viento se llevó.” Hablar es muy fácil, aplicarlo es un reto.
La
pregunta sería ¿Cuándo ella cambió? La respuesta seria: “ella cambio por amor”.
¿Por amor o por no molestar al otro? Las pone en un estado de dependencia
total. Y eso lo confirmaremos aún más con el fragmento de Pearl S. Buck, en su obra: “Viento del este,
Viento del oeste”
“He perdido
la noción del tiempo; únicamente sé que ya no estoy sola, que allí donde está
él está mi hogar. He olvidado la casa de mi madre. Durante el día, en el
transcurso de las horas en que mi marido está ausente, no hago más que pensar
en sus palabras. Recuerdo sus ojos, su rostro, la curva de sus labios, el
ligero contacto de su mano en la mía cuando, juntos, volvemos las páginas del
libro abierto en la mesa ante la cual nos sentamos. Por las noches, cuando
estamos solos, le miro de soslayo, ansiosa de aprovechar las lecciones que me
da con ayuda del libro. No hago más que pensar en él. Estoy ebria de él, exactamente como lo que
ocurre en primavera, cuando el río invade los canales resecos por el invierno y
divaga por la tierra, llevando a todos lados los gérmenes de vida y de frutos”.
La Mujer se vuelve un ser
codependiente que busca encontrar su
identidad a través de las acciones o necesidades de los demás, en este caso su
esposo. Perdemos todo dominio sobre nosotras y se lo transferimos a la pareja.
Y aquí se vuelve a recalcar: “educadas para el amor, no como decisión sino como
constructo social.”
Pero existen algunos casos,
donde la mujer siendo víctima de abusos y atropellos siguen con su pareja
porque ellas acatan su ley: “Yo
no quiero que tú me quieras porque yo te quiero a ti, queriéndome o sin quererme, yo te quiero porque sí.”
Están tan evocadas con este constructo social que poco o nada les importa ser
las víctimas, con tal de no perder a ese hombre que significa todo para ellas.
Lo soportan todo y perdonan todo. Es lo que lleva a pensar. Que tienen un temor
incluso mayor que a la muerte. “Es el temor de quedarse solas.” Si se quedan
solas y pierden al único verdadero amor de sus vidas ¿Qué pueden hacer con todo
el “amor” que hay en ellas? Es entonces es que me temo a pensar que “morirán de
amor.”
¿Recorremos los pasillos de la unión: mujer - amor?
Es
momento de empezar un pequeño recorrido sobre el aspecto: Amor- Mujer –Posesión
La colonización en el amor
es cuando una persona, tu pareja, ejerce poder de dominación sobre tu persona.
Si yo no soy libre, tu tampoco. Si yo soy invadido, tú serás invadida por mí.
“En
la época de la burguesía, el amor burgués configuro a las mujeres como
auténticas pobres. Pobres pobres pobres. Dependientes sexuales, afectivas,
económicas, jurídicas y políticamente de los hombres. Esto consiguió que las
mujeres vivieran para conseguir su amor duradero, un marido que las subordine,
y les del amor tan anhelado y buscado por ellas.”
La mujer al casarse, porque en esta época solo se mantenían relaciones
bajo el contrato social del matrimonio, perdía todo derecho sobre sí misma. Sobre
su cuerpo y su identidad. Su vida entera consistía en satisfacer a su cónyuge. La
mujer toma el lugar de “madresposa.”
En una sociedad donde las virtudes iban delante de todo, las mujeres
eran educadas con prohibiciones, con tabúes, con pecados sexuales, no obstante
tenían que aprender a satisfacer necesidades sexuales. Es una traducción de ser
“damas en la calle y putas en la cama.”
Ser esposa implicaba utilizar un disfraz pues su real puesto era la
sirvienta de la casa. Pero no una sirvienta ordinaria. Sino una sirvienta que tenía
solo algunos privilegios. Es por ello que se le llenaba de joyas y perfumes,
ese era su pago. Ostentar ante la sociedad ser una verdadera señora y llegar a
casa y demostrarle a su marido que ella era su verdadera propiedad.
“En la era victoriana, todo cambia. Las mujeres eran puras si es que no
gozaban en la intimidad y si siempre se mantenían embarazadas, pues eso
disminuía las probabilidades de infidelidad y que utilice su cuerpo con otra
persona que no sea su esposo.”
En esta época, los comentarios referentes a la pureza de la mujer eran
aún más conservadoras. Es aquí donde toma poder la frase “mujer de bien.” Pues
la “mujer de bien” era aquella que no tenía intento alguno de vivir su
sexualidad. Solo era un instrumento de satisfacción para el hombre. Aquí la
belleza y el respeto hacia la mujer se daban con la cantidad de veces en que
esta era convertida en madre. Es decir los embarazos significaban dos cosas.
Uno, la mujer cumple su rol de procreadora, por lo cual es una buena esposa.
Dos, no puede serle infiel al marido y tampoco ser foco de la atención popular,
pues el cuerpo de una embarazada inspira respeto más que atracción y deseo por
otros que no sean el marido.
En
respuestas a estas eras, es que nace el amor romántico (el cual muestra una
nueva forma de amar. Donde uno puede elegir a su pareja y pueden mantener una
relación pasional, fuera de las ataduras del matrimonio) y el amor libre (que nos da
tanto libertad sexual como amorosa. Su iniciadora fue Virginia Woolf4,
la cual ejercía la igualdad en la relación de pareja con su esposo –uno de los
ejemplos más notables5-)
¿Quiénes más están implicados en el amor?
Si hablamos de una pareja: hombre
–mujer, ¿Quién más podría estar implicado en la relación? Pues si estás
pensando en los hijos, estas en lo correcto. Los hijos son la otra figura
importante en una relación, pues en ellos es en donde se ven los “efectos” del
amor que viven los padres.
Pero si en esta relación no
se ven muestras de amor, sino todo lo contrario muestras de un amor-odio. ¿Qué
sucede en estos niños? ¿Adoptan las mismas posiciones de Mamá y Papá? ¿Cómo los
podríamos llamar: niños propensos a violencia, niños maltratados, niños
sufridos?
A continuación se dará una
breve explicación de los efectos de estas relaciones riesgosas para los hijos,
con la ayuda de Marisa Soleto Avila en su obra denominada: “Coeducación y Mitos
del amor romántico.”
“Se les consideran menores
expuestas/os a violencia de género en su ámbito familiar a todas las hijas e
hijos que viven en un hogar donde su padre o la pareja de su madre es violento
contra la mujer” (Pâquet-Deehy, 2004)
Estas/os menores viven
inmersas/os en estructuras familiares basadas en el “dispoder”, donde el varón,
por el mero hecho de serlo, ejerce la autoridad y el dominio y coloca en
situación de sumisión y obediencia a la figura materna.
Diversos estudios han
hallado un impacto diferencial en función del género de modo que los varones
presentan con más frecuencia conductas agresivas y antisociales, que se
corresponderían con el patrón de patología más externa o “externalizada”,
mientras que las niñas muestran más alteraciones emocionales relacionadas con
tristeza, quejas somáticas o conductas de inhibición y miedo, lo que se
relaciona con una patología de expresión más interna o “internalizada.”
Sarasúa et al., (1996),
afirman que la tendencia observada es que los niños aprenden que la violencia
es una estrategia eficaz de solución de problemas y que su manifestación
asegura una posición de poder y privilegio dentro de la familia, mientras que
las niñas aprenden a adoptar conductas de sumisión y obediencia.
Anthony Giddens, por su parte, nos
muestra en su libro: “La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y
erotismo en las sociedades modernas” a los denominados “Padres tóxicos” los
cuales son “emocionalmente inadecuados.”
No están ahí para educar a sus hijos ni para protegerles, solamente han
abdicado de sus responsabilidades.
Existen los agresores físicos y
verbales. Algunos padres atacan a sus hijos con un sarcasmo más o menos
continuo e insultos. La agresión física se desarrolla habitualmente mediante
golpes, quemaduras, azotes, cortes, fracturas de huesos de cráneo, etc. El
incesto ha venido a ser visto no solo como un deseo secreto, sino como una
realidad que se produce en muchas familias.
En este tipo de relaciones, el
amor se ha esfumado, solo queda la violencia la cual se evoca a cuerpos
indefensos, pero al mismo tiempo y como lo hemos visto con Marisa Soleto Avila,
construyen a los futuros víctimas y victimarios del mañana.
¿Cómo evitar se dominadas por el amor?
*Desenamorarnos* y con esto
no digo huir del amor, porque lo vuelvo a reiterar, es algo imposible. Tenemos
que tener algo en cuenta que, el enamorarnos no es espontaneo. Hay un conjunto de procesos mentales y corporales en
los que se magnifican unas cosas y minimizan otras. Por eso lo mejor que podría
pasar es desenamorarnos, pues no se
ve a la persona como es en
realidad, sino como esperamos que sea y buscamos que sea y como nos han
enseñado que sean.
Por ende el desenamorarnos
implica quitar de nuestra mente la idealización del hombre perfecto, el que
siempre hemos soñado. Vivimos en la realidad y esto no existe. Aceptar a la
otra persona con todo y defectos, y mayor aun valorar sus defectos pues ello lo
hacen más humano. Si vivimos de espejismos vivimos en un mundo irreal donde
saldremos perdiendo tarde o temprano y el despertar puede tornarse en una terrible
pesadilla.
*La independencia
económica*. Ser dependientes económicamente de la pareja nos pone en una
situación riesgosa. Pero también se da
la situación de quien ha sido independiente y deja de serlo al emparejarse, pierde
entonces un pilar de auto-identidad y de autoestima.
La dependencia económica es
una de las principales fuentes de opresión hacia la mujer. Si una mujer no
posee una economía estable, se va dejar llevar por el varón que le presenta
toda una gama de comodidades posibles. Esto empieza desde los simples
enamorados. En las salidas es él quien va pagando todo y aunque esto no se vea
para nada una amenaza hacia la integridad de la mujer, ¡LO ES! Pues el paga, el
decide y la mujer por verse es desventaja solo tiende a aceptar incluso en
contra de su voluntad.
Es como un depender de los
padres, pero es muy distinto al trato de los padres. Tus padres te solventan
económicamente porque te quieren y porque es su deber. Tu pareja te solventa
económicamente porque te quiere, te quiere tener a su disposición. Son dos
aspectos muy distintos, que muchas mujeres comenten el error de asemejarlos y
tienden a correr el peligro de caer en las “garras del amor.”
Ahora otro tema muy parte
son aquellas mujeres, que dependen por voluntad propia de un hombre. Ellas han
sido educadas para ser mantenidas, desprestigiando la lucha de muchas mujeres que
buscan una autonomía en una relación. (Por lo que cito a Simone de Beauvoir:
“No se nace mujer: se llega a serlo”)
*Busquemos confianza y no
incondicionalidad*. Busquemos una confianza que no se una ceguera mágica.
Confiamos porque hacemos un pacto: Yo sé que espero de mí y que puedo esperar
de ti. No nos dejemos engañar con cuentos absurdos, con simples promesas que
son utilizadas solo para salirse de un conflicto sin cambiar ni mover nada y
seguir haciendo lo mismo. El “pensamiento mágico de las mujeres” facilita la
conducta abusiva. Recuérdenlo.
*La maternidad es un
compromiso personal de vida entre nosotras y las criaturas*, los seres humanos
más entrañables de este mundo. Queremos modificar la maternidad en cautiverio,
la maternidad esclavizante, la maternidad en la que eres sierva de tus hij@s.
El ser madre es una decisión no una obligación.
Con todo lo mencionado
puedo decir y asegurarles que: las mujeres no tienen por qué ser víctimas del
amor. Si viene es cierto que nos han adiestrados en el arte de amar, podemos
hacer frente a esta situación por más difícil que parezca.
No anhelemos a alguien que
nos recate, nosotras somos Mujeres, las que podemos recatarnos y a la vez
rescatar. No iniciemos un juego que tiene olor a peligro. Si bien es real que
el peligro es atrayente también es un riesgo, que sugiero no tomar.
Debemos aprender a
alejarnos de la infantilización a la que por décadas hemos estado sometidas.
Tampoco digo que nos neguemos el derecho a amar. Vivamos un amor confluente
que, como ya he mencionado es un amor igualitario para ambos protagonistas.
Yo creo en el amor, creo
que algún día encontrare a ese ser especial que no me ponga límites, que no se
crea mi rescatador, que no crea poseer derecho alguno sobre mí. Yo quiero a
alguien que comparta mis ideales, que me ayude a lograrlos, que sea una ayuda
mutua sin desniveles ni desequilibrios.
¿Lo encontrare? ¡No sé! ¿Lo
puedo buscar? ¡Capaz! Lo único que sé es que nada es seguro en este mundo, que
el amor puede estar a la vuelta de la esquina, pero no confundamos nuestra
mirada con ese arquetipo de amor idealizado desde niñas sino un amor que sea
nuestro, que nos pertenezca y no busque que le pertenezcamos a él.
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